Los niños y las niñas tienen derecho a crecer y desarrollarse en el seno de una familia, preferentemente con sus padres, en su defecto con su familia extensa y, si no es posible, con una familia ajena.
Por eso, en la protección de la infancia y la adolescencia, las actuaciones dirigidas a las familias deben tener carácter prioritario.
Cuando se produce una situación de riesgo, las actuaciones se orientan fundamentalmente a evitar la separación ofreciendo apoyo a la familia de origen. Comprobado el desamparo, la Administración asume la tutela y las actuaciones se dirigen inicialmente a la mejora de los recursos y las relaciones en la familia de origen para finalmente, de forma subsidiaria, considerar otras medidas como el acogimiento o la adopción.
Desde Faiben abordamos el reto de trabajar con las familias, tanto con las de origen como con las familias acogedoras.
Las Casas se presentan como un recurso protector para los niños, niñas y adolescentes en las que se les presta una atención directa, pero si los condicionantes familiares que provocan la desprotección no cambian de forma sustancial, la reintegración familiar no puede producirse.
El programa pretende, por lo tanto, crear una relación cercana y de acompañamiento con los progenitores para lograr cambios en la dinámica familiar, fomentando habilidades parentales que contribuyan a alcanzar situaciones familiares estables y protectoras.
El trabajo con las familias incluye tanto el acompañamiento en procesos inclusivos (por ejemplo, en la mejora de la situación laboral, de vivienda, de la implicación en los procesos académicos y sanitarios o en la participación social de sus hijos/as, etc.), así como el apoyo individualizado en el desarrollo de habilidades (de relación con el entorno, para la gestión económica y doméstica, habilidades parentales, etc.).
La parentalidad adoptiva conlleva una serie de exigencias y retos que requieren una formación y una motivación claras, que permitan comprender mejor las necesidades reales de los niños y niñas que están a la espera de una familia, así como reconocer las habilidades necesarias para los futuros padres y madres.
Aunque la formación no es obligatoria, la experiencia y las opiniones de las familias participantes la definen como altamente recomendable para ajustar expectativas, lo que les permite hacer una propuesta más consciente y realista que favorezca procesos más eficaces y seguros, minimizando los riesgos de un abandono posterior.